Como profesores, tenemos que animar a nuestros alumnos a entenderse a sí mismos a partir de sus señales internas y no de las del mundo exterior. Esta práctica influirá en nuestra enseñanza de forma práctica y sutil.
Guiar a los demás es un arte de infinita sutileza, aunque rara vez se aprecia por sí mismo. A medida que crezca nuestra comprensión y dominio del arte de la enseñanza, también lo hará el bienestar de nuestros alumnos. Profundizar en esta comprensión significa reconocer que toda nuestra enseñanza y asesoramiento debe basarse en un determinado fundamento: ayudar a nuestros alumnos a "referenciarse internamente".
Entendemos quiénes somos en función de nuestra percepción del mundo que nos rodea. Aprendemos a compararnos con los demás y a valorarnos en función de nuestras relaciones con ellos. A través de este proceso nos convertimos en "referentes externos": nos damos sentido a nosotros mismos por referencia a normas externas. Cuando nos convertimos en adultos, el concepto que tenemos de nosotros mismos procede en gran medida de lo que nos han dicho nuestros padres, familiares, amigos, profesores y los medios de comunicación comerciales. Hacemos cosas para quedar bien o para ser populares, no necesariamente porque sean el deseo de nuestra alma o el verdadero propósito de nuestras vidas. Para empeorar las cosas, los anunciantes nos bombardean constantemente con mensajes que esencialmente dicen: "Tienes carencias en comparación con los demás. Será mejor que compres tu salida de esta embarazosa situación".
Definirse en términos de referencias externas es un callejón sin salida porque ignora los deseos del alma. Como profesores de yoga, debemos esforzarnos por ayudar a nuestros alumnos a entender esto. De hecho, una de nuestras principales tareas es cambiar el paradigma de la referencia externa a la interna. Nuestro trabajo es ayudar a nuestros estudiantes, especialmente a los de primer año, a tomar conciencia de quiénes son, aparte de lo que les han contado. Una forma de hacerlo es desafiar la práctica común y no decir a nuestros alumnos quiénes son. En lugar de categorizarlos y destruir su singularidad con etiquetas, podemos decir a nuestros alumnos lo que pueden hacer para cambiar, crecer y encontrarse a sí mismos.
He aquí un ejemplo de esta filosofía en acción: los profesores suelen decir a los alumnos: "Estás muy rígido, así que no hagas esta postura o podrías hacerte daño. En su lugar, dile al alumno: "Prefiero que hagas esta variación de la postura por ahora". En este caso, el alumno no tiene una etiqueta puesta por el profesor y no está sujeto a la percepción que éste tiene de él. El papel del profesor es conocer la diferencia entre alguien rígido y alguien flexible y cómo ayudar a ambos alumnos a ser más equilibrados. Tenemos que encontrar la manera de hacerlo sin crear o reforzar una creencia negativa y desvalorizadora.
Otro ejemplo: veo regularmente a estudiantes que no pueden hacer ciertas posturas por enfermedad o rigidez. Les digo: "Quiero que se preparen para tomar la foto que otras personas toman usando la pared o usando un cinturón. Y después de practicarlo durante poco tiempo, tu cuerpo florecerá y no necesitarás ningún accesorio. Les doy un método por el cual pueden eliminar la rigidez sin reforzar que son rígidos e incapaces. La mayoría de los estudiantes ya se sienten incapaces, por lo que confirmarlo en voz alta sólo lo dificulta. En algunos casos, estarán condenados a luchar contra la rigidez de cuerpo y mente durante el resto de sus vidas.
Aadil Palkhivala 2008